lunes, 6 de julio de 2009

¿ASÍ QUE TODAVÍA NO SABES COSAS DEL CENTRO DE MEDELLÍN?

Medellín es una niña próxima a cumplir 334 años que día tras día vive una constante transformación en su aspecto físico, y la gran cantidad de hijos que de ella brotan le aportan al centro de la ciudad nuevos espacios que permiten que diversas clases sociales converjan en él.

Medellín usa
vestidos multicolores que atrae las miradas de propios y visitantes, su aroma se pega hasta en tu sistema óseo de tal manera que cuando sientes un olor agradable automáticamente te trasladas a esta ciudad; ella permite que la observes, acaricies e igualmente penetres en sus más oscuros lugares para así descubrir nuevas posibilidades de creación para su crecimiento estructural.

Por tanto esa inmersión ha permitido la transformación de la ciudad dejando de lado un aspecto pueblerino para convertirse en ciudad moderna, y para ello se toman modelos foráneos; por eso esta niña pierde unas cosas pero gana otras, y es que Medellín es:
Un arlequín de cosas buenas y cosas detestables, ciudades más o menos extensas, más o menos gratas, pero sin una forma sin un estilo que las defina, más bien tienen un “tercer estilo” que corresponde a no tener ninguno, pues no ha sido revelado hasta ahora más que en forma referencial. Están en busca de algo que las revele y singularice. Ellas son como sus países, política y socialmente en proceso de consolidación, en busca de una definición que las haga salir del marginamiento estructural en que se encuentran”. (Alejo Carpentier, libro Tientos y diferencias. 1967. Frase tomada del libro Medellín 1890-1950 pág 168)
Medellín ha perdido un estilo implementado en otras épocas para así generar industria, esta ciudad pierde amor por lo propio y se embeleza con lo que la globalización le ofrece; sin embargo esta niña y algunos de sus hijos no quieren que sus patrimonios se pierdan y por ello hay una lucha constante por restaurar edificaciones y no optar por tumbarlas para crear una nueva ciudad o tal vez una ciudad desconocida.


Y es que las ciudades evolucionan y con ello las mentalidades de las diferentes generaciones; un ejemplo es la mirada de Teresa Zuluaga, una abuela de 75 años que vive en uno de los edificios del centro y cuando habla de este espacio de la ciudad lo hace con nostalgia porque no reconoce en el mismo lo que en su niñez y juventud conoció, porque lo que le ahora le genera es desconfianza; mientras que Alejandro Peláez un joven de 17 años que vive en Manrique barrio ubicado en la zona nororiental de la ciudad, el centro es el lugar ideal para pasar un fin de semana alegre, se siente seguro, además lo ve como punto estratégico de encuentro porque todos saben cómo llegar allí


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