miércoles, 18 de marzo de 2009

LA INFORMALIDAD CADA VEZ MÁS FORMAL


El primer, segundo, tercer o séptimo día de la semana, realmente el día no importa porque lo verdaderamente importante es trabajar para así tener un sustento económico, el cual solo se obtiene a través de las ventas informales. Pues si no se tiene una gran capacitación académica y amigos que muevan sus influencias para trabajar en una empresa como dependientes se opta por ir a la calle al rebusque, convirtiéndose esto en una forma de trabajo que no se quiere abandonar, porque allí “no hay jefes pendientes de tu desempeño, no estás laborando para ayudar a incrementar el capital de otro sino el propio”.

Y es justamente en el rebusque donde Alejandro Osorio tiene su fuente de ingresos, este hombre de 36 años vive con su esposa y dos hijos, y encontró en la calle la manera de sostener su hogar siendo un trabajador independiente; hace aproximadamente un año que Alejandro se quedó sin trabajo, pues en la empresa donde laboraba se le terminó el contrato y no se lo renovaron; por ello un día decidió salir a recorrer las calles y pensar qué iba a hacer para pagar los servicios públicos, el estudio de sus hijos y todos los gastos que un hogar conlleva.

Desde el barrio en el que él vive que se llama Encizo, ubicado en Medellín (Ant), Alejandro bajó caminando hasta el centro de la ciudad, y en ese recorrido observó que la venta de minutos a celular estaba esparcida prácticamente en cada esquina de la misma, “mi imaginación me llevó a una de esas calles y mi corazón saltaba cuando pensaba que mis bolsillos tendrían plata todos los días”. Sin embargo Alejandro siguió caminando y paso a paso llegó hasta la avenida San Juan con la carrera 70, allí no vio tantos minuteros moviéndose como hojas de árboles de un lado para otro, lo que observó fueron algunas chazas con carteles verdes y fucsias fluorescentes que ofrecían la venta de minutos, caminó por toda la 70 hasta la avenida Colombia, y de allí tomó nuevamente el rumbo hacia su casa; pero su mente no dejaba de pensar que la plata que necesitaba estaba en la calle.

Una semana después de aquel recorrido por algunas calles de la ciudad, Alejandro llegó a la 70 con un chaleco de venta de minutos a celular y empezó a caminar entre la estación Estadio del Metro y la Universidad Pontificia Bolivariana, esa tarde fue especial porque tuvo una gran venta de minutos; de ese día ya hace casi un año y Alejandro tiene claro que “no le quiero volver a trabajar a nadie, no importa que me vaya bien o mal, lo que se es que no le tengo que responder a ningún jefe por nada de lo que hago”.