sábado, 28 de marzo de 2009

“El que es independiente es porque la tiene, los que no parecemos pidiendo limosna”

Un pereirano de 39 años y un valluno de 30 son dos hombres que de lunes a domingo se encuentran en la plazuela de San Ignacio (Medellín-Ant) desde las 7:30 de la mañana hasta las 6:30 de la tarde para desempeñar sus labores; el hombre mayor se llama Ramiro y lleva tres años y medio trabajando como vendedor de minutos a celular en este sector, y el menor se llama Faber quien solo tiene un mes en este trabajo.

EL INDEPENDIENTE

Ramiro antes de llegar a Medellín vio que “la venta de minutos en la calle era rentable” y por eso decidió salir de Pereira para mirar en qué ciudad había mayor movimiento para este negocio; el recorrido que hizo fue Cartago, Cali y Medellín, ciudad última en la que decidió quedarse por ser parecida a su lugar de origen, Ramiro como él dice, lo que hizo fue un estudio de mercadeo para saber en qué plaza establecerse. Comenzó en el Parque Berrío pero no se quedó porque “allí todo está muy organizado, hasta tienen cooperativa” y lo que él buscaba era independencia por lo que decidió quedarse en la plazuela San Ignacio, puesto que era una plaza relativamente inexplorada con la venta de minutos, allí le ha ido muy bien, tanto que “en estos tres años y medio que llevo, ni Comfama (Caja de Compensación Familiar de Antioquia) ni Espacio Público me han puesto problema” y además “tengo 10 personas a las que les facilito los equipos para que también trabajen y así ganemos todos”.

EL DEPENDIENTE

Faber es una de esas 10 personas que trabaja con los equipos móviles de Ramiro, este hombre de 30 años estudia programación de computadores todos los días de 8:00 a 10:00pm y hace cinco semanas trabajaba con Metroplús, pero el contrato se le terminó y buscando qué hacer encontró a Ramiro, quien de inmediato le entregó cuatro celulares y le dijo que le respondiera por 110 pesos por minuto vendido, de ahí en adelante lo que haga es su sueldo, el cual oscila entre los 12.000 y 35.000 pesos diarios; pero él que solo lleva un mes en este trabajo ya está aburrido y quiere regresar a Cali (Valle), desea seguir siendo un trabajador dependiente porque “se que quien es independiente es porque la tiene, los que no parecemos pidiendo limosna, y así es como me he sentido todo este mes”.


miércoles, 18 de marzo de 2009

LA INFORMALIDAD CADA VEZ MÁS FORMAL


El primer, segundo, tercer o séptimo día de la semana, realmente el día no importa porque lo verdaderamente importante es trabajar para así tener un sustento económico, el cual solo se obtiene a través de las ventas informales. Pues si no se tiene una gran capacitación académica y amigos que muevan sus influencias para trabajar en una empresa como dependientes se opta por ir a la calle al rebusque, convirtiéndose esto en una forma de trabajo que no se quiere abandonar, porque allí “no hay jefes pendientes de tu desempeño, no estás laborando para ayudar a incrementar el capital de otro sino el propio”.

Y es justamente en el rebusque donde Alejandro Osorio tiene su fuente de ingresos, este hombre de 36 años vive con su esposa y dos hijos, y encontró en la calle la manera de sostener su hogar siendo un trabajador independiente; hace aproximadamente un año que Alejandro se quedó sin trabajo, pues en la empresa donde laboraba se le terminó el contrato y no se lo renovaron; por ello un día decidió salir a recorrer las calles y pensar qué iba a hacer para pagar los servicios públicos, el estudio de sus hijos y todos los gastos que un hogar conlleva.

Desde el barrio en el que él vive que se llama Encizo, ubicado en Medellín (Ant), Alejandro bajó caminando hasta el centro de la ciudad, y en ese recorrido observó que la venta de minutos a celular estaba esparcida prácticamente en cada esquina de la misma, “mi imaginación me llevó a una de esas calles y mi corazón saltaba cuando pensaba que mis bolsillos tendrían plata todos los días”. Sin embargo Alejandro siguió caminando y paso a paso llegó hasta la avenida San Juan con la carrera 70, allí no vio tantos minuteros moviéndose como hojas de árboles de un lado para otro, lo que observó fueron algunas chazas con carteles verdes y fucsias fluorescentes que ofrecían la venta de minutos, caminó por toda la 70 hasta la avenida Colombia, y de allí tomó nuevamente el rumbo hacia su casa; pero su mente no dejaba de pensar que la plata que necesitaba estaba en la calle.

Una semana después de aquel recorrido por algunas calles de la ciudad, Alejandro llegó a la 70 con un chaleco de venta de minutos a celular y empezó a caminar entre la estación Estadio del Metro y la Universidad Pontificia Bolivariana, esa tarde fue especial porque tuvo una gran venta de minutos; de ese día ya hace casi un año y Alejandro tiene claro que “no le quiero volver a trabajar a nadie, no importa que me vaya bien o mal, lo que se es que no le tengo que responder a ningún jefe por nada de lo que hago”.