jueves, 2 de abril de 2009

CERVEZA Y MÁS EN EL PERIODISTA

Amplias zonas verdes, bloques de color ladrillo, salones de sistemas, laboratorios, aulas tradicionales y los jeans, tennis y camiseta es la pinta predominante en la universidad pública, el mejor sitio para aprender tanto de la vida académica como de la social, aquella que está en las calles y de la que solo se aprende si se convive dentro y fuera de ella. Y es que una vez se ingresa a la universidad las invitaciones a tomar cerveza no se hacen esperar, especialmente después de una semana de estudio. Uno de los tomaderos de cerveza es El Guanábano un lugar ubicado en un parque que está por el Centro Colombo Americano, donde se reúne gente de diferentes clases sociales, médicos, metaleros, estudiantes, profesores, alcohólicos, ricos, pobres, en fin, toda clase de personas, donde además se puede fumar marihuana, tomar el licor que se quiera y nadie le va a decir nada.

Este sitio ha tenido varios nombres, el primero de ellos fue “Calle de los chivos”, este se le asignó porque unas mujeres solteras que vivían en una de las casas ubicadas allí, compartían el espacio con algunos animales y a las ventanas siempre se asomaban unas cabras; luego se llamó “El Guanábano” porque en aquel sitio existía un árbol con ese nombre, y a partir de 1971 se llama “Plazuela del Periodista”, debido a que algunos periodistas solicitaron un espacio al Concejo Municipal para poner la estatua del fundador del periodismo nacional Manuel del Socorro Rodríguez en la conmemoración del bicentenario de su nacimiento, siendo este lugar el asignado para dicho evento.

A la plazuela del periodista no solo se va a beber, fumar marihuana o a consumir cualquier otra sustancia alucinógena, también se va a compartir con nuevos individuos que apenas están conociendo el lugar.

Allí la forma de adquirir la droga es bastante fácil, porque el mismo vendedor ambulante de chitos, chicles y cigarrillos es el que distribuye este tipo de mercancía, además, si ésta es escasa no hay problema porque con algún vendedor de pulseras se puede concluir el negocio; por otro lado, la imaginación de los distribuidores convierte en caletas los contadores de energía de algunas de las residencias del sector; y es que los habitantes frecuentes de la plazuela manejan una gran camaradería, pues, supuestamente ninguno sabe donde se consigue la droga, solo argumentan como lo hace Mario Vélez, un habitante desde hace siete años de este lugar, que allí no hay forma de adquirir narcóticos, que cada persona es quien la carga; pero basta con permanecer durante una hora en el sitio para saber quienes son los repartidores de los estupefacientes.

La plazuela maneja dos ciudades, la del día es solitaria y clara, están abiertos los laboratorios clínicos, La Academia de Historia, las droguerías, los restaurantes e instituciones de educación no formal, las personas transitan por allí sin ningún temor porque es un lugar de paso; y la de la noche es congestionada y oscura, los establecimientos que de día están cerrados abren sus puertas a las 6:00 p.m. para dar paso a la vida bohemia, metalera, poética, homosexual y de pasión que cada noche se vive en este espacio. Es significativo decir que la Plazuela del Periodista representa para las personas que la habitan un espacio de libertad y encuentro tanto individual como colectivo, allí se es quien se quiere ser, no se cohíbe, además, quien decide es quien lo visita, en la plazuela lo que prima es el respeto por la posición individual.

Minutero en la plazuela San Ignacio


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