ELLA
Unas canas bien disimuladas, unos ojos pequeños que dicen que la vida es para disfrutar, una energía que cualquier mujer quisiera tener incluso aquellas con menos edad que la que tiene Dona Teresa Zuluaga; un espacio que no quiere cambiar pero que actualmente se siente extraña en éste porque ve que los tiempos han cambiado y con ello sus recuerdos se van borrando por no reconocer las calles que solía frecuentar cuando era joven.
Para esta mujer de 75 años de edad el centro de Medellín ya no es lo mismo, ella se siente insegura al caminar por sus calles, no reconoce los parques y sitios en los que disfrutaba cada vez que salía de su casa, Dona Tere como la llaman sus conocidos le teme al centro de día y de noche, en las tardes soleadas le gustaría salir pero cree que un carro la podría pisar y luego de las seis de la tarde considera que sería atacada por uno de los jóvenes que les gusta ser dueño de lo ajeno.
Esta abuela que refleja una dulzura única y que acoge con gran ternura a quien la aborda para preguntarle algo, el centro no es un lugar del que actualmente se sienta orgullosa, “son solo edificios y sitios para la gente joven, la verdad yo vivo aquí porque es una casa amplia y no un apartamentito de esos de hoy en día; si fuera la mujer maravilla no hubiera permitido que el centro fuera lo que ahora es”. Sin embargo ella sabe que los tiempos cambian y por eso ahora Medellín no es la misma de antes, como tampoco lo es ella.
EL
A sus 17 años de edad este chico de piel blanca, ojos verdes y cresta a la moda dice que el centro es el mejor lugar para pasar un fin de semana.
Con una cerveza en la mano y sentado en la “plazuela del periodista” Alejo habla de lo importante que es el centro para él, allí se siente libre y seguro.
“El centro es lo mejor de Medellín, sus edificios parecen cajas de madera montadas una encima de otra, es como las ciudades de otros países”. Este joven prefiere la ciudad que ahora vive a la que sus abuelos vivieron, para él eso que dice “todo tiempo pasado fue mejor” es una mentira y espera que sus hijos, si algún día le toca tenerlos disfruten de una ciudad con más construcciones de las que en el momento existen y que sean tan llamativas o quizá mejor de las que el está conociendo, dice que las casas viejas se deben quedar guardadas en los álbumes de los abuelos y en las paredes de los museos.
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