Hugo es un joven de catorce años que hasta por diez mil pesos acepta tener relaciones sexuales con el primer hombre que se lo proponga, no importa si es gordo, flaco, sin dientes o si está sudoroso, lo que interesa es que entregue un billete sobre otro, para así poder llevarlo a la pieza de una residencia en el centro de la ciudad (Medellín)
Al entrar allí, Hugo se quita la ropa, se acuesta y espera que su cliente haga lo que quiera. A este joven no hay que hablarle, ni decirle qué debe hacer, porque cuando él está con su cliente hace un trabajo mecánico, es como tender la cama o doblar la ropa; se quita la camiseta estampada y reforzada en su decoración con taches plateados, desamarra sus tenis de tela imitación converse, desabrocha su correa de hebilla grande y se baja el jean, en menos de dos minutos está desnudo.
Hugo a sus catorce años tiene que cuidar su cuerpo; debe afeitar su vello pubico con cremas depilatorias porque a sus clientes les gusta verlo aseado y con imagen de niño indefenso, su piel es suave y delicada, su estatura es aproximadamente de 1.60, cabello castaño y de constitución delgada, sus músculos están poco marcados, no es alto, ni mono, ni de ojos azules; él es idéntico a una gran cantidad de jóvenes que nacieron en Medellín, pero que también pudieron haberlo hecho en Europa y ser hijos de la realeza.
Bajo su nariz tiene una tenue sombra de bozo, su sonrisa está llena de energía de inocencia que deja cautivados de amor efímero a los adultos que se acercan cada día a comprarlo como si fuera un objeto comestible.
Cuando Hugo termina su oficio, generalmente entre las 7:00 y 8:00 de la noche se dirige a su casa, que está ubicada en el barrio Carpinelo (parte alta de Santo Domingo). Allí vive con su mamá, su abuela, dos hermanas y un cuñado. Se acuesta tarde y se levanta a las 10 de la mañana, comparte con su familia algunos asuntos durante el desayuno, luego escoge la ropa que se va a poner para quedar como él dice “bien papito”. Para Hugo, conseguir un cliente no es muy fácil, pues la competencia es fuerte porque cada día llegan más jóvenes a buscar un lugar en las afueras de la estación Parque Berrio del Metro de Medellín.
Al entrar allí, Hugo se quita la ropa, se acuesta y espera que su cliente haga lo que quiera. A este joven no hay que hablarle, ni decirle qué debe hacer, porque cuando él está con su cliente hace un trabajo mecánico, es como tender la cama o doblar la ropa; se quita la camiseta estampada y reforzada en su decoración con taches plateados, desamarra sus tenis de tela imitación converse, desabrocha su correa de hebilla grande y se baja el jean, en menos de dos minutos está desnudo.
Hugo a sus catorce años tiene que cuidar su cuerpo; debe afeitar su vello pubico con cremas depilatorias porque a sus clientes les gusta verlo aseado y con imagen de niño indefenso, su piel es suave y delicada, su estatura es aproximadamente de 1.60, cabello castaño y de constitución delgada, sus músculos están poco marcados, no es alto, ni mono, ni de ojos azules; él es idéntico a una gran cantidad de jóvenes que nacieron en Medellín, pero que también pudieron haberlo hecho en Europa y ser hijos de la realeza.
Bajo su nariz tiene una tenue sombra de bozo, su sonrisa está llena de energía de inocencia que deja cautivados de amor efímero a los adultos que se acercan cada día a comprarlo como si fuera un objeto comestible.
Cuando Hugo termina su oficio, generalmente entre las 7:00 y 8:00 de la noche se dirige a su casa, que está ubicada en el barrio Carpinelo (parte alta de Santo Domingo). Allí vive con su mamá, su abuela, dos hermanas y un cuñado. Se acuesta tarde y se levanta a las 10 de la mañana, comparte con su familia algunos asuntos durante el desayuno, luego escoge la ropa que se va a poner para quedar como él dice “bien papito”. Para Hugo, conseguir un cliente no es muy fácil, pues la competencia es fuerte porque cada día llegan más jóvenes a buscar un lugar en las afueras de la estación Parque Berrio del Metro de Medellín.
En una próxima entrega más información acerca del lugar de trabajo de éste joven y de sus gustos.
Hola cristina, este documental me impacta, ya que me duele saber que la juventud está tomando caminos equivocados solo por un poco de dinero cuando a esa edad debían estar estudiando para llegar a conseguir un buen empledo y no tener que recurrir a estos extremos.
ResponderEliminarEsta situación evidencia la falta de oportunidades en la ciudad y la continuación de una profesión bastante vieja, además de la degeneración y/o depravación de algunos adultos mayores y otros no tan mayores.
ResponderEliminarDuro testimonio el de Hugo... como él muchos menores de edad se prostituyen en Medellín, en decenas de lugares que se han vuelto comunes para pobladores y visitantes...y hasta para las propias autoridades.
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